En el entramado social y económico actual, las mujeres han mostrado ser fuerza motriz clave en la promoción de comunidades sostenibles y el fortalecimiento empresarial. Su contribución, arraigada en la innovación, el trabajo colaborativo y un profundo sentido de cohesión, puede marcar el ritmo hacia un futuro más inclusivo y equitativo si los espacios de participación fomentan cada vez más sus aportes.
Con cada proyecto que lideran y cada empresa que impulsan, las mujeres no están solo ocupando espacios tradicionalmente masculinos, sino que están redefiniendo el paradigma empresarial y comunitario hacia uno que valora la equidad, la sustentabilidad y la cooperación, en tanto la participación en igualdad de condiciones hombres y mujeres.
La participación femenina en el tejido empresarial y comunitario no es solo una cuestión de representación; es un imperativo económico y social. Datos recientes indican que las mujeres contribuyen aproximadamente con el 37% al Producto Interno Bruto (PIB) global, aunque representan casi la mitad de la población mundial. Si las mujeres participaran en la economía en igualdad de condiciones que los hombres, podrían sumar hasta 28 billones de dólares al PIB mundial para el año 2025. Esta cifra, más que reflejar un incremento en los ingresos, simboliza la liberación de un potencial económico hasta ahora subestimado y subutilizado.
A nivel empresarial, ya son pocos los centros de formación para los negocios o las empresas importantes que no incorporan la acción y visión de mujeres en sus quehaceres fundamentales. Las mujeres muestran sus capacidades en liderazgo y toma de decisiones desde muy diversos puntos de vista y espacios, y también han probado ser altamente efectivas en la gestión de recursos y en la implementación de estrategias sostenibles. Sus enfoques tienden a favorecer la transparencia, la responsabilidad y la inclusión, pilares esenciales para el éxito a largo plazo de cualquier emprendimiento.
Cada vez más es evidente que en espacios de equidad y oportunidades las mujeres destacan mostrando su potencial y acción empresarial o comunitaria.
En la gestión de los recursos naturales, las contribuciones de las mujeres son igualmente transformadoras. En el ámbito marítimo, por ejemplo, han liderado la lucha contra la sobreexplotación y la contaminación, y han sido fundamentales en la implementación de prácticas de pesca sostenibles. El enfoque de las mujeres en la conservación y la gestión sostenible de los ecosistemas ha contribuido a la resiliencia de muchas comunidades que dependen del mar.
La paradoja es evidente: aunque su contribución es vital, las mujeres aún se enfrentan a innumerables barreras que limitan su plena participación
económica. En América Latina, las brechas de género son significativas, con tasas de participación laboral femenina que siguen estando por debajo de sus contrapartes masculinas. El emprendedurismo femenino, a pesar de ser un pilar para el crecimiento económico, todavía enfrenta desafíos estructurales que van desde el acceso al financiamiento hasta la integración en redes de negocios.
Las iniciativas que buscan cerrar estas brechas de inequidad no solo contribuyen al desarrollo económico sino que fortalecen el tejido social. El empoderamiento femenino en el mundo empresarial es una fuente de inspiración y un ejemplo de liderazgo para las futuras generaciones.
La contribución de las mujeres al desarrollo sostenible y al fortalecimiento empresarial es, por tanto, inmensurable. Al reconocer y potenciar el papel de las mujeres en todos los sectores de la sociedad, se podrá no solo acelerar el progreso hacia un mundo más justo y próspero sino también asegurar la resiliencia y sostenibilidad de nuestras comunidades y de nuestro planeta.