Al entendimiento tradicional de inversión de impacto debe agregársele que la misma no ocurre en el vacío. Sus prácticas deben ser adaptadas al lugar donde se realiza para que pueda alcanzar un impacto positivo y medible según estándares del propio terreno en que sucede y sostenerse en el tiempo.
La inversión de impacto es confundida, en ocasiones, con abordar los temas ambientales, sociales y de gobernanza o la responsabilidad social corporativa (ESG o CSR como es conocido por sus siglas en inglés), pero existe ya un amplio consenso de que esos dos conceptos son apenas parte de la inversión de impacto. Ni si quiera solamente contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDG como son conocidos en inglés) alcanza para definir la Inversión de Impacto.
En Centroamérica miles de micro y pequeñas empresas intentan crecer y desarrollarse pese a las dificultades que encuentran para recibir financiación e incluso para formalizar sus actividades. Para esas empresas, que son el 97% de la fuerza empresarial de la región, la inversión de impacto parece lejana, porque se ha trabajado poco en la contextualización del concepto.
Generar un impacto medible es el núcleo de la inversión de impacto. Las herramientas y metodologías de medición de impacto existentes ven el impacto como lineal y predecible. Se enfocan en estándares calibrados de acuerdo con la experiencia del Norte Global y, a menudo, necesitan capturar los elementos circunstanciales que influyen en el impacto en la región donde se produce. El impacto es complejo, adaptativo, cultural y relacional y no lineal. Por lo que comprenderlo y medirlo no puede ser realizado desde las mismas metodologías estandarizadas.
Excluir la perspectiva de los beneficiarios conduce a expectativas descontextualizadas, perdiendo oportunidades valiosas y con el fracaso de las empresas en las que se invierte como resultado pues termina no cumpliendo los requisitos esperados.
Las recientes regulaciones en los mercados financieros han generado una importante oferta de colocación de capital en forma de inversión de impacto. Al mismo tiempo, existe una demanda de recursos en las organizaciones que ofrecen soluciones alineadas con la sostenibilidad. Esta relación beneficiosa requiere la creación de capacidades, tanto desde el punto de vista de estrategia y gestión empresarial como de acción en la sostenibilidad de su entorno.
VIVA Idea tiene como objetivo diseñar proyectos con metodologías de acción y conocimiento para desarrollar nuevas herramientas que aborden la medición del impacto contextualmente, enfocadas en medir el potencial de impacto de las empresas en las que se invierte y mejorar la calidad de los estándares imbuyéndolos de una perspectiva del Sur Global.
Entender la inversión de impacto desde el punto de vista del beneficiario es fundamental para que esta sea sostenible en el tiempo y realmente pueda cumplir con requisitos que no sean impuestos, sino que sean orgánicos, alcanzables, medibles desde su propia realidad, con aportes reales a su entorno.
La política pública juega un papel crucial en la creación de un ecosistema propicio para abordar objetivos económicos, sociales y ambientales integrados y acelerar el progreso hacia los ODS. La inversión de impacto no ocurre en el vacío y necesita de política pública actualizada que fomente la posibilidad de generar el impacto necesario en donde se genera. El ecosistema de la inversión de impacto es crucial para avanzar hacia una inversión de impacto contextualizada.
Desde el norte se sigue viendo a la inversión de impacto como una inversión de riesgo con mirada ambiental y social. Pero si esa mirada no es entendida desde el punto de vista de la empresa beneficiaria y su comunidad, seguirá siendo solo capital de riesgo y no de impacto.
En definitiva, debe ser una inversión contextual que pueda generar un puente entre dos mundos. El mundo del dinero y la inversión con el mundo del emprendimiento, la pobreza y el impacto. La inversión de impacto como puente entre esos dos mundos: inversión e impacto para generar cambios sistémicos perdurables, sostenibles y que puedan replicarse, adaptados, a cada entorno con las diferencias sociales y culturales de cada región o país.
En la región latinoamericana, la inversión de impacto la reciben en mayor proporción las medianas o grandes empresas, pero el 97% del parque empresarial privado es conformado por micro, pequeñas y medianas. Eso quiere decir que cada vez que no hay un enfoque de inversión de impacto que dialogue o se destine a ese sector, se está perdiendo la mayor parte de la posibilidad de generar impacto en la región.
Es entendible la necesidad de medir con datos el impacto para generar informes a los inversionistas y en la región hay un vacío de datos lo que genera una brecha entre el capital disponible para inversión y la necesidad de esa inversión para el desarrollo de las empresas con potencial para el impacto. La medición no es lineal o predecible como para agregarse en un estado financiero, requiere otra mirada, una mirada contextualizada.
Las herramientas que ha desarrollado VIVA Idea, a partir del riguroso estudio científico de procesos relacionales en el Sur Global, confrontadas a la propia realidad y necesidad de micro, pequeñas y medianas empresas y emprendimientos productivos, ha mostrado que la inversión de impacto es posible y necesaria, pero sin la contextualización o adaptación a la realidad termina por no cumplir sus propios objetivos.
La inversión de impacto no sucede sin un ecosistema que la apoye. El impacto es más que un informe, es transformación de realidades. El impacto debe ser contextualizado al entorno donde se realiza, para que genere cambios sostenibles y que sea medible.
Contextualizar
Uno de los deberes del ecosistema regional de la inversión de impacto es conocer y entender a los actores que participan para poder definir cómo es la inversión de impacto contextualizada en cada uno de los países. En Colombia hay actores institucionales y fundaciones, En Brasil hay entidades centralizadas, en México mayor aporte de bancos, en Chile es distinto y en Centroamérica existe una combinación de academia y profesionales. Cada región o país puede actuar distinto y conocer esa realidad es parte de conocer la verdadera y contextualizada inversión de impacto en la región.
El debate puede dispararse respondiendo las siguientes preguntas: ¿Cómo es el ecosistema en su país? ¿qué implica inversión de impacto en su contexto? ¿cómo es iniciar un proyecto en su región? ¿qué diálogo hay con gobiernos? ¿Cuáles herramientas tienen disponibles para la medición? ¿Cómo contextualizan la inversión de impacto?
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“La mayoría de las organizaciones financieras se enfocan en ESG. La concientización sobre inversión de impacto es clave para que el sector financiero la entienda como una oportunidad real, sostenible y promueve la sostenibilidad.” Carolina Puerta, Alianza por la Inversión de Impacto, NAB México
“Las crisis financieras, ambientales y sociales nos exigen evolucionar del actual sistema económico donde las inversiones privadas solo son medidas en función de retornos financieros ajustados por el riesgo, a un modelo que pueda ser sostenible en el tiempo y que aporte a la resolución de las problemáticas que enfrentamos.” María de los Ángeles Ferrer, Inversión de Impacto, NAB Chile
“El ecosistema de inversión de impacto en Centroamérica debe continuar impulsando un entorno favorable y atractivo para el desarrollo de acciones y actividades que tengan un impacto medible en las condiciones de vida de las personas y su medio ambiente.” Juan Pablo Mancilla, Plataforma de Inversión de Impacto Centroamericana (PiiC)
“Resulta urgente y necesario reconstruir la economía desde una lógica de impacto en sus tres dimensiones: económico, social y ambiental. La “economía de impacto” busca generar beneficios al conjunto de la sociedad y contribuir al bien público.” Constanza Connolly, Grupo de Inversión de Impacto, NAB Argentina
“Entender la inversión de impacto desde el punto de vista del beneficiario es fundamental para que esta sea sostenible en el tiempo y pueda cumplir con requisitos que no sean impuestos, sino que sean orgánicos, alcanzables y medibles desde su propia realidad. Esto es una inversión de impacto contextualizada.” Paola Fonseca, VIVA Idea